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12 may 2008

Ya estan aqui


El próximo sábado(17 DE MAYO), el río Cinca arrastrará unas embarcaciones muy especiales. Navateros de varios países descenderán sobre troncos de abeto y pino de Laspuña a Aínsa, en Huesca. Una tradición recuperada en los ochenta.
Son los navateros (nabateros, en Sobrarbe), pero la riqueza del lenguaje también permite nombrarlos como almadieros, gancheros, raiers (en Cataluña). Y, si salimos de nuestras fronteras, radelieurs, zattieri, flösser... Navegan por los ríos Cinca, Gállego, Noguera Pallaresa, Segre, Esca, Aragón...
El sábado 17 de mayo, navateros y almadieros de España, Francia, Italia, Polonia, Eslovenia, Alemania, República Checa, Austria, Letonia, Rumania y Finlandia surcarán las aguas durante los 12 kilómetros que median entre Laspuña y Aínsa (Huesca). Se celebra un encuentro internacional (con músicas y trajes tradicionales) para el que sus organizadores, la Asociación de Nabateros del Sobrarbe, han comprado 300 metros cúbicos de madera de abeto y pino, con el fin de realizar ocho navatas: suelen descender dos o tres.
"Las navatas", dicen en la asociación, "dejaron de bajar por el Cinca en los años cincuenta, tras la construcción de los embalses del Mediano y el Grado y la mejora del transporte por carretera". En 1983, a raíz de una película del Instituto Aragonés de Antropología, las navatas revivieron. Los viejos navateros se aprestaron entusiasmados a asesorar, trabajar, pilotarlas... Casi inmediatamente nació la asociación, y lo que fuera durísimo oficio se ha convertido en una multitudinaria fiesta. Además, se ha creado un Museo de las Nabatas en Laspuña, así como el Ecomuseo Luis Pallaruelo y recorridos de senderos señalizados.
Las navatas son al mismo tiempo el continente y el contenido, el medio de transporte y la carga que se desplaza. "Su construcción", dice Juan A. García Cepillo, carpintero y guía especialista en kayaks y rafting, "comienza en enero con la corta de verdugos de sarga a la orilla del río, que servirán para atar los troncos y montar la navata". Viejos y jóvenes trabajan juntos al amor de un buen fuego, sólidas viandas, excelentes vinos y un extraordinario ambiente.
Tal vez el secreto de su recuperación estribe, como señala Juan A. García Cepillo, en que "viajar en una embarcación tan rústica a merced de la corriente del agua te hace sentir muy vulnerable, pero a la vez percibes una atracción que te lleva a navegar de esta manera por el río".

(MARÍA ÁNGELES SÁNCHEZ 10/05/2008 .El pais.com)

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